Tú, que hiciste que tu existencia acabara en residuo. Que desperdiciaste todo un universo de felicidad. Que seguramente te arrepentiste de lo que acababas de hacer en el último suspiro. Pero no había vuelta atrás y seguramente lo sabías. Tú, que quisiste hacer eterna la oscuridad de la noche y pensaste que el tiempo se pararía al resto del mundo. Tú, que paraste el tiempo porque quisiste ir más rápido.
Tú, que te rendiste en una guerra de tu alma con tu propia alma en la que no había ganadores ni perdedores. Pero si te rendías te llevabas por delante el alma de muchos perdedores que perdían algo tan valioso como lo eras tú. Tú que no ganaste ni perdiste, simplemente te dejaste caer para dejar en manos del destino, el tuyo propio. Tú, que no veías la luz que
necesitaba, y buscaste la luz del final del túnel a otro mundo donde ya
nadie podía tenderte la mano.
Tú, que decidiste que no querías decidir y te pusiste a prueba. Seguramente había en tí una mínima esperanza de que pudieras volver atrás. Pero quisiste formar parte de un auto de fe y darte otra oportunidad si el universo te la daba. No supiste ver que debías decidir darte esa oportunidad para sonreír a la vida, aquella que truncaste y que sólo tú podías cambiar.
Tú que pensaste que no valía nada y la pusiste a la altura de lo inerte porque quisiste serlo también. Tú, que no supiste ver que era actitud, respirar y mirar de nuevo hacia delante mirando atrás sólo para aprender y superarte. Tú que viste más facil la soledad que rodearte de lo bonito de amar y ser amado. Tú, que estarás en los sueños de muchas personas que esperan volver a verte y decirte que te quieren y que, incluso, intentarán rescatarte para volver a traerte con ellos.
Tú, que ahora, desde donde estés lo sientes diferente y querrías volver porque, en tu viaje te has dado cuenta de que no era tan complicado y no vale la pena ni una sola lágrima de todas las que se están derramando. Tú, que dejaste un hueco en este mundo que nadie puede ocupar. Nunca debiste dejarlo.
Tienes una misión. Guíales, estés donde estés. No permitas que otros cometan errores de los que se tengan que arrepentir en su último aliento. Dáles un suspiro de energía para ver que su vida vale más de lo que ellos mismos son capaces de ver y que es cuestión de actitud. Sonreir al cielo, a la tierra, al mar, al fuego y a todo lo que ha permitido que estén aquí junto con los suyos. Deja que su espíritu y el tuyo se encuentren y haz que vuelva la ilusión por luchar y no rendirse.
Convierte tu nueva existencia, sea como sea, en lo que quisiste ser y tiende la mano a las almas, que como la tuya, no la encontraron porque no la supieron buscar.