miércoles, 22 de agosto de 2012

Cambiar de temporada (sin morir en el intento)




Este fin de semana me ha dado para mucho. Entre otras cosas he estado ojeando algunos blogs y algunas páginas de internet y me ha llamado mucho la atención lo que se va a llevar en esta temporada que está apunto de comenzar. (Hablaré de ello en otro post)

Sí, nos guste o no, el verano se va a terminar en breve. Pero no por eso dejaremos de ir guapas porque las tendencias venideras no tienen desperdicio.

A mí en los cambios de temporada me encanta hacer una revisión de armario, y antes de ponerme en marcha de tiendas en tiendas me gusta ir viendo lo que hay por el mercado y planificar un poco mi "fondo de armario". 

Después de las malas experiencias que he tenido yendo de compras a ciegas prefiero planificar. Antes tenía mono de ir de shopping, no porque me lo pidiese el armario, sino porque tenía un mal día y tenía esa necesidad golosa de gastar en trapos nuevos. Digo trapos, porque luego al final acababa siendo eso. Trapos colgados en el armario sin utilidad alguna y sin combinaciones posibles según mis gustos. Al final acabo regalando la ropa a gente conocida, con la etiqueta de "sin estrenar".

Por eso mis pasos a seguir a la hora de plantear un shopping-day es el siguiente:


  • Repaso mi armario para tener una ligera idea de lo que tengo. Una vez convencida, retiro lo que sé que no me voy a poner (o bien porque he engordado (o adelgazado aunque de momento no creo que tenga esa suerte de perder un par de kilillos que he cogido en verano), o bien porque ya no me guste, o este gastado o viejo o roto....)
  • Ya que estoy ordeno el armario, suelo colocarlo todo por tipo de prenda y luego por colores. Aunque a veces parece que hablo como si tuviera un vestidor de bambalinas, nada más lejos de la realidad. Pero acumulo adquisiciones básicas de muchos años que todavía me sirven y me gustan, y se conservan en buen estado. 
  • Me paseo por webs y revistas para revisar cuáles son las tendencias de la temporada venidera. Tomo nota (mental, o con recortes varios) y analizo si realmente me gusta lo que veo y si me favorecerá a mi entender (y cómo no, al entender de algunas buenas amigas dispuestas siempre a decir la verdad y nada más que la verdad)
  • Con eso ya me puedo hacer una lista de la compra, pero nada que ver con las listas del súper (obvio) y me lanzo a la aventura. Sin salirme de esa lista me pruebo lo estrictamente necesario, y me compro lo que me queda bien y lo que me favorece una vez probado. 

De esta manera el armario se me llena de ropa útil y el presupuesto no sufre tanto. 




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