martes, 20 de diciembre de 2011

Bienvenido a bordo


Mi vida es un barco. Ese barco tiene que ir navegando a veces sin destino y a veces con destino. Dentro de ese barco hay un capitán que es el único amo y señor de ese barco. Este capitán cuenta con unos tripulantes que se han unido a su causa. Son aquellos que le ayudan a llevar a ese barco a buenos puertos y a ir por rumbos correctos. Aquellos que le ayuden cuando en la travesía hay tormentas, remolinos o monstruos marinos que la entorpezcan y la dificulten. Esos tripulantes están ahí por que quieren que este barco viaje felizmente por el camino que nos da la vida de ahora y aquí.
Dentro de ese barco también suben pasajeros que están de paso. Quieren disfrutar del viaje y cuando se cansan desembarcan en el primer puerto y ya no dan la vista atrás. Olvidan todo cuanto tenga que ver con tu barco y se suben a otro. Tarde o temprano se darán cuenta de que ellos tienen que montar en su propio barco y capitanearlo. Pero mientras tanto su forma de vivir es de barco en barco (o de vida ajena en vida ajena).
En mi travesía ahora hay una gran tormenta y el barco navega muy lentamente y en círculos. Sin rumbo fijo. Capitaneo, e intento enderezar el rumbo pero no sé muy bien qué dirección tomar. Algunos tripulantes empiezan a querer establecer su rumbo propio, y cada uno gira el timón a su manera atendiendo a intereses propios. Mientras tanto mi barco deja una huella imprecisa en su mar. Intento buscar en el horizonte cualquier señal para poder reiniciar el camino, pero solo veo oscuridad y bravura. No consigo ver nada claro, sólo niebla y oscuridad.
Voy a revisar los motores de mi barco porque he caído en la conclusión de que quizás debo cambiar el orden de prioridad en los motores de este barco para un funcionamiento más coherente, y cuando llego y reviso, me doy cuenta de que están bien establecidos pero el fallo está en cómo se han ido alimentando.
¡Eureka! Me digo a mí misma. El problema de este barco es básicamente en cómo se van alimentando estos motores. Veo que con el tiempo se han borrado las esencias de cada uno de estos motores. Algunos han dejado de significar lo que son y otros han tomado esencia que no le corresponden. Y en este caso la responsabilidad es únicamente del capitán, por no atender correctamente a cada uno de estos motores como lo que son y como lo que representan. Si estos motores estuvieran bien alimentados, el barco seguiría adelante. Reanudaría la marcha, y aunque quizás al principio sin rumbo fijo, acabará llegando a cualquier punto de la vida donde haya una pista de por dónde continuar. Así que un barco con unos motores bien cuidados, no debería pararse ante ninguna inclemencia de su destino, ni ante ningún caso de suplantación de la figura del capitán.
Como capitán de mi barco, tengo un plan para cambiar las pautas a seguir dentro de mi barco. Aquellos tripulantes que deseen seguir en esto, estaré encantada de darles lo mejor de mí, y lo más bonito: compartir los mejores (y no tan mejores) momentos en esta lucha contra la marea que es la vida misma. Pero en este caso el capitán soy yo y yo decido cómo navegar en mi barco. También espero que como tripulante de cualquier de vuestros barcos pueda dar lo mejor de mí porque al final todos formamos una gran flota y cada barco aporta lo mejor que puede al resto de los barcos de la flota.
Así que: LA CAPITANA BEKELER PRINCESS LES DESEA UNA FELIZ TRAVESÍA POR SU VIDA.

1 comentario:

  1. Muy bonitas palabras. Eres el ejemplo de lo que quiero transmitir con mi blog, el ejemplo de que detrás de la moda hay un gran corazón.

    Ya tienes una nueva seguidora :)

    Besitos

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